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el nuevo capital | 19.04.2013
La Sociedad Anónima es un mecanismo mediante la cual el ser humano decide agruparse sin importar sus condiciones externas, sino internas y específicas; donde la discriminación no se de acuerdo al tipo, o raza al que pertenece la persona, sino a la “condición económica” que sustenta y ostenta.
Los factores que esgrimen las Sociedades Anónimas son valores fundamentalmente éticos, pero engendrados dentro del marco de la economía, valores como “confianza”, “seguridad jurídica”, “maximización de utilidades”, “capital”, “contratos”, “inversiones”, etc.
Es curioso que todas las instituciones comerciales, empresariales, están construidas bajo dichos valores, y que al lado de palabras que describen la gestión u organización de las empresas se tenga también a palabras que definen al ser humano en su esencia, en su naturaleza, como el aprovechamiento, egoísmo, vanidad, etc.
Es decir, cada institución empresarial, como la Sociedad Anónima, tiene en cuenta, dos tipos de factores: los alusivos a la naturaleza de la persona, y los de organización de la empresa. Ambos factores no pueden desligarse, porque la parte funcional de la empresa responde siempre a la parte “natural” de la persona que dirige o trabaja en una empresa, por eso cuando se habla de gestión empresarial y sólo se tocan las estrategias de organización o funcionamiento como objetos, y no se toma en cuenta que toda “funcionalidad” tiene o debe tener en cuenta al “ser humano”, con sus “tendencias e inclinaciones”, con sus valores y “adiestramientos”, con sus códigos genéticos y culturales, se pierde la perspectiva de cómo funciona una empresa. Por lo mismo, no es igual hacer una empresa en China que en Perú, no es lo mismo tener trabajadores provincianos que limeños; unos y otros responden a diferentes códigos culturales; por eso en las sociedades de mercado las cosas no son tan simples, porque de lo que se trata es de convencer, persuadir para la compra o adquisición de un producto, y no de imponer, como en las sociedades dictatoriales, porque dar una orden es más fácil que persuadir, convencer a hacer algo.
Todos los mecanismos empresariales desarrollan estrategias de “mandato”, de “orden”, intentan lograr lo que en los fundamentos de gobiernos dictatoriales o militares se expresa: “cumplir la orden sin dudas ni murmuraciones”. El instrumento para lograr este caudillismo, esta dictadura, en las empresas es el capital, en el caso de los trabajadores es la remuneración. Éste es el principio o fundamento de la subordinación u obediencia. El trabajador está supeditado a una remuneración, por lo que no hace su trabajo sino por este “fetiche” que le permite subsistir. El fetiche en las instituciones públicas es la “estabilidad laboral”.