CONTEXTO
AZ | 20.03.2012
Nuestra sociedad civilizada siempre se ha preocupado por descubrir la esencia de las personas, el leit motiv de sus conductas; muchos han descrito al ser humano desde una visión corrosiva, anunciando que todo esta perdido, que el mayor de los males es el mismo hombre (o mujer); o acaso ¿No fue Hobbes quién dijo que “el hombre es el lobo del hombre”?, y ¿no fue Maquiavelo quien profetizó que “el fin justifica los medios”? o Nietzsche ¿no diría que “todo es voluntad de poder”? Pues, aún así, no creo en las profecías de que “todo está perdido”; porque, utilizando la historia, también existieron quienes revalorizan al ser humano en todas sus dimensiones, y hasta Nietzsche describió que él, el ser humano, está más allá del bien o del mal; y así también Giovanni Papini describía que todos somos de alguna forma “Pensadores y farsantes”, y otros como Kant encontraban la respuesta en lograr la “Mayoría de edad”?; y no se puede olvidar a Habermas, Foucault, Cioran, o al mismo Quentin Tarantino, que develan que el ser humano no es tan simple ni tan complejo; y acaso no fue Asimok quien nos describiría que la diferencia no estaba en el objeto, sino en el pensamiento, que ni siquiera el hecho de que el cerebro de la mujer es más pequeño que del hombre supondría la superioridad de uno sobre el otro. Con todo ello, seguimos en una clasificación arbitraria: 1) Los Destructivos, y, 2) Los Constructivos. Creemos que el problema está en cómo formarnos creativos, y dejar de ser un estorbo para nosotros mismos y la sociedad. Para ello, la Sociedad ha inventado diversas disciplinas, siendo una de ellas, la más completa, el Derecho, que en esencia es simplemente “poder” sobre uno y sobre los demás a través del consenso colectivo; el Derecho es una constante y variable “relación de poder”.