MIS CONFESIONES: (Buscando a Paco Yunque)
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MIS CONFESIONES: (Buscando a Paco Yunque)
Me resulta un poco curioso estar hoy escribiendo la segunda parte de este texto. Pero todo sea “para que me conozcan”.
Decía. Soy Leo, y eso me agrada. Si se dan cuenta Leo significa también “alguien que está leyendo”.
Lo que te estoy narrando jamás lo he escrito, y aunque no son grandes experiencias es si mi vida, vida que sólo quiero narrársela a alguien especial, a alguien muy especial. Asi que sé que guardarás esto como lo envío, como un secreto, como un regalo que intento hacerte para que me conozcas.
Me quedé en mi nombre.
De mi niñez recuerdo muy poco. Te contaré ese poco. Un cielo claro, paredes no estucadas dejando ver los ladrillos a flor de piel. Un cometa que volaba y volaba, mientras yo quedaba sorprendido de aquello. Luego ese cometa de papel se cayó y no pudo ser recuperado. El edifico era alto, o al menos a mi me parecía alto.
Otro recuerdo es estar echado, en una especie de cama, mirando el cielo que era un techo de cañas. Yo estaba tranquilo. Dice mi linda mamá que yo de bebé no era molestoso, que me quedaba tranquilo, que no era un bebé llorón. No sé si será cierto pero de serlo debe haber sido por que me quedaba perplejo mirando el mundo tan incomprensible para mi, tan poco común, tan confuso. El mundo desde ya era demasiado para mi. Dicen que no lloraba, pero a lo largo de mi niñez me recuerdo llorando y llorando.
Cuando fui a la escuela por primera vez, recuerdo que fue una cosa horrible. Llegué con mi linda mamá. Recuerdo que ella estaba muy bien vestida. A mi mamá le gusta la elegancia. Llegamos, como decía, a la escuela. Había un patio enorme, y en el cielo, cruzando el cielo, a la altura de los techos, colgaban unas llantas, o algo así, amarradas con cuerdas. No sé si eso sea cierto pero eso recuerdo. Yo no quería que mi mamá se fuera y me puse a llorar. Lloraba como un niño, asustado, desprovisto de todo. Había un salón donde estaban los otros niños. Todos muy tranquilos, todos jugando o haciendo algo, pero ninguno llorando. Sólo yo lloraba, lejos de ellos, cerca a mi mamá. Ella se fue, me dejó llorando, pero sé que debe haberse quedado cerca esperando que se me pase, y rogando que me adapte. Esa era la vida y tenía que aprender a vivir solo, a adaptarme al mundo, a aprender a vivir por mi cuenta. No sé como pero entré al salón. No sabía donde ubicarme. Al parecer todas las carpetas estaban ocupadas; pero de pronto, inesperadamente un niño -luego supe que era un vecino- me dijo “siéntate aquí, conmigo”. Yo me acerqué y me senté dándole las gracias creo, o no me acuerdo. Pero mi mirada debe haberle dado las gracias. Era como un salvavidas. Yo no era de ese lugar, yo no era de ningún lugar, yo no pertenecía a este mundo. Es curioso pero aún siento eso.
Mucho más tarde leí la obra “Paco Yunque” de César Vallejo, y me entusiasmó tanto que casi volví a llorar con ese cuento. Yo era el Paco Yunque del cuento. Aunque no me había pasado nada de lo que a Paco Yunque le pasó, yo me sentía muy cerca a él, un incomprendido. Pero también me sentía cercano a su amigo, con una especie de reacción justiciera. Cómo esperando a que Paco Yunque en el segundo libro, en la continuación de ese cuento se repusiera y tomara el mundo en sus manos, y le diera su merecido a aquellos que lo maltrataron, a aquellos que eran abusivos.
Estuve mucho tiempo esperanzado en encontrar la segunda parte de Paco Yunque, pero nunca pude hallarla, por una razón, no había segunda parte. Esa historia hizo mucho en mi. Era la primera tragedia que había leído. Era la mas tierna y dulce historia sin final feliz que pude haber leído. Y me conmovió mucho. De mayor he leído a César Vallejo, pero ninguna de sus obras, ni sus poesías me ha conmovido más que Paco Yunque, para mi su obra magistral. Si logró conmover a un niño, y darle las esperanzas de una segunda parte, tiene que haber sido una obra magistral. César Vallejo debe haberse retratado, supongo. Siempre hay algo del propio autor en la obra creada, y a veces es todo.
César Vallejo fue un gran hombre, pero el resto lo ha hecho gran hombre, y gran autor por su sufrimiento. Eso me parece patético. Lo que no me gusta de Vallejo es precisamente eso, que lo que se haya marketeado de el sea su vida sufrida. Y en referencia a eso su obra. No me gusta su tono de voz, injuriando a la vida, y quejándose. Antes, a veces aún hoy, me he quejado de la vida, pero es lo que más me molesta de mi. No me gusta tomar la vida como una queja, sino como un reto. Que mi sufrimiento sea un reto y vencerlo una gloria, y no lo contrario. Pero eso es difícil de hacer. Por eso me gustan los autores fuertes. Los que pueden vencer a las palabras, los que no tienen miedo a simples palabras, los que no se ofenden con los dichos, o creen en dogmas, o falsos pecados. Si no me acuerdo mal, pecado significa, el que ha errado el camino. Pero el mundo tiene muchos caminos. Si algo tuviera que recordar de Vallejo sería su cuento Paco Yunque, y de ahí haría de el, un hombre, un autor de valor, un autor capaz de construir una realidad más compleja, y mas perenne que la propia realidad.
-0-0-0-0- Fin de la segunda parte -0-0-0-0-