EL DERECHO EN LA MENTE DE SOCRATES
c.- SÓCRATES
Por: Alex Zambrano Torres
El pensamiento de este autor está deternimado por Friedrich, dentro del título de “El Derecho como fundamento y supremacía de la ley”.
Sócrates[1], era un filósofo que creía en la supremacía de la ley. Esta debería estar por sobre todas las cosas para que existiese el orden necesario en la vida. Además, para este pensador el fundamento principal de nuestro conocimiento se encontraba en la razón del hombre.
El origen de sus raciocinios pueden haber sido producto de su condición de versador, argumentador, comentador y crítico de las tradiciones. Permanentemente deambulando por las calles[2] se ponía a conversar con cuanta persona lo escuchara, haciendo de la palabra uno de sus mejores vicios; su filosofía coloquial consistía en jugar con las palabras del otro, no confrontaba directa y bruscamente las concepciones de los demás, sino que utilizando el pensamiento y razonamiento de los otros, les daba forma, las ordenaba, de tal forma que pareciera que ellos mismos habían descubierto la verdad que antes contradecían. Es por esta cualidad que se le consideró como partero, es decir quien hacía parir las concepciones.
La trascendencia de Sócrates[3] es su peculiar capacidad para atreverse a contradecir los antiguos conceptos de la vida y de las relaciones sociales. Sus especulaciones y discursos proponían la rebeldía de los hombres contra los conceptos aprendidos acríticamente. Pensaba que cada hombre debía someter a examen los conceptos por los que se conducía en la vida y no aceptarlos como verdades incólumes e irrefutables, así instigaba a los hombres a dudar de los viejos conceptos que no habían pasado por previo examen crítico. Este planteamiento era peligrosísimo para el régimen vigente, puesto que todo régimen se basaba en reglas y conceptos ya aceptados que se manejaban como una especie de dogmas con carácter social. Fue por esta causa que Sócrates -según cuenta Platón- fue acusado de pervertor[4] de la juventud, sometido a juicio y sentenciado a muerte. Sócrates sin embargo, habiendo podido apelar de esta decisión o huir eludiendo así la sentencia, no lo hizo. ¿Porqué? La explicaciones que dan casi la mayoría de los autores es que prefirió morir -ingiriendo la cicuta- a faltar a las leyes de Grecia, porque era un convencido de la necesidad del respeto de las leyes y de las decisiones jurídicas para el buen gobierno y convivencia de la gente en una sociedad civilizada. La decisión de este filósofo determinaba algo: el convencimiento en la supremacía de la ley y del rigor que esta revestía como elemento imprescindible. Sócrates creía en la ley griega, en el orden jurídico, y en la importancia de someterse a esta ley y orden. Pensaba que la ley no era el problema sino los hombres.
Su concepción del respeto a la organización social jurídicamente establecida, al imperio de las leyes y al develamiento de la capacidad de errar del hombre investido de autoridad, el tratamiento que le dio a su caso, la determinación con que aceptó el fallo injusto, nos sorprende aún hoy. Sócrates planteó una reflexión filosófica jurídica, esta es la certeza de que la corrupción no está en las leyes, sino en los hombres.
Así el orden, la disciplina y la organización se lograría sólo a través del cumplimiento dogmático de las leyes, -parece discernir- ¿aun a costa de la vida? Sócrates responde -con su muerte- que sí. Y falleció creyendo que era lo mejor para su sociedad, para el orden, para la Ley. Su sacrificio valió para que muchos filósofos, juristas, etc, argumentaran la necesidad del apego y respeto a la ley en forma dogmática y absoluta. Esto exponía la idea de que la forma vale más que la sustancia o la verdad. Con la muerte de Sócrates prevaleció la norma y no la vida. El carácter de su filosofía tenía en este referente un carácter de subordinación.
Sócrates habría obedecido a una cuestión moral, al principio de seguridad jurídica, cree en el Derecho Natural y en su superioridad, pero al acatar la sentencia se ha inferido el Derecho Positivo. “Sócrates en el Critón, hace del respeto de las leyes el fundamento místico de la moral cívica”[5] escribe Claude Du Pasquier parafraseando a René Hurbert.
Ahora bien, el principio de seguridad jurídica por la que ha muerto Sócrates explica que la justicia no puede existir si no se obedecen las decisiones de los tribunales. Pero Sócrates explica que la teoría jurídica no es la que ha fallado, no es la ley la incorrecta, sino la aplicación, la injusticia es característica y dominio de los hombres no de las leyes. Las leyes no pueden ser justas o injustas, sino sólo preceptos normativos. La intermediación entre el hombre y la Ley es “la interpretación”, este es el punto clave de todo sistema jurídico. Así que lo que ha fallado no son las leyes -dice- sino los hombres y su forma de interpretar las leyes.
Una nota de la trascendencia de la fundamentación del pensamiento en Sócrates es el sentido positivista que se le da a las leyes actualmente. El imperio de la ley, es desde este pensador, un argumento válido y necesario para la efectivización de una sociedad civilizada. Así que, especulando, podríamos decir que tal vez el argumento descrito en la frase “La ley es la ley” como mecanismo de validez y legitimidad de los actos humanos y la determinación de estos a la autoridad, puede devenir desde Sócrates.
Por otro lado, la preocupación por la ley, estaba engajado también en el fin filosófico. La filosofía designaba la categoría legislativa, su función y justificación; como lo expone Claude Du Pasquier que “La filosofía asignaba a la legislación el fin más elevado: las leyes debían conducir al hombre a la virtud oponiendo a las pasiones malsanas una sólida barrera.”[6]
Otro de los fundamentos trascendentales del pensamiento socrático era la proposición que hizo a los hombres de gobernarse así mismos. Esta era la base para lograr la virtud. Pensaba que si lográramos que nuestros complejos, resentimientos y demás emociones negativas, no afectaran a nuestros sentidos, y capacidad de actuar o no actuar, lograríamos en realidad la base de toda la vida humana: el autogobierno. Además, agregaba, que aquellos que lograran esto -el autogobierno- mostrarían indicativos de que son mejores que el resto y por lo tanto serían los más indicados para conducir a la sociedad. Es decir, serían, según este enfoque, los mejores los llamados a gobernar. En conclusión el principio fundamental era el autogobierno que determinaba el bien.
"El verdadero ser busca su perfección interior, el autogobierno, el aprendizaje continuo. En eso y solo en eso consiste el bien."[7]
Otra de sus contribuciones al pensamiento y razocinio occidental fue su método de reflexión: la Mayéutica, es decir aquel método por la cual utilizando el diálogo y las preguntas se llega a la verdad. Llega a esta conclusión porque cree que las personas tienen el conocimiento de la verdad última dentro del alma, y que esta verdad para comprenderse, tenerse, sólo necesita de someterse a la reflexión consciente para salir a la luz. Para demostrar esto Sócrates plantea a través de una ficción la forma en que un esclavo ignorante puede llegar a la formulación del teorema de Pitágoras, demostrando así que el conocimiento está innato en el alma, en vez de ser implícito o inseparable de la experiencia.
Sócrates, por otro lado, creía en la existencia de normas absolutas y universales sobre lo que es correcto o no, "pensaba que la capacidad de distinguir entre lo que está bien y lo que está mal se encuentra en la razón, y no en la sociedad". Creía en la existencia de un orden absoluto e universal que podía ser descubierto por medio de la razón, para el buen gobierno.
Resumiendo, la filosofía de Sócrates, proponía por un lado la búsqueda de un autogobierno; que en todo caso, los gobernantes deberían ser los mejores; el respeto a las leyes; y la creencia de la existencia de un orden absoluto y universal.
- Platón - Aristóteles
Estos autores están dentro del título:“El Derecho como participación en la idea de justicia”[8]
" El hombre es la medida de todas las cosas" dice Protágoras y con esto empieza otra revolución en el pensamiento occidental y otra visión del hombre, el mundo y sus normas.
Los sofistas, que eran errantes filósofos o profesores -Protágoras era un sofista -, criticaban los mitos tradicionales. El hombre sería el centro de todo. Sin embargo no creían en lo absoluto, por el contrario opinaban que todo podía ser discutido, efecto erróneo "señalando que no habían "normas absolutas" sobre lo que es correcto o erróneo"[9].
"El hombre es el centro de todas las cosas", y el hombre es cambiante, variable, por lo que lo bueno y malo no podrían ser actos estables, tal vez conceptos, pero no actos absolutos. Por lo tanto no pueden haber normas absolutas. Este tipo de pensamiento viene a romper la filosofía de la naturaleza que explica la existencia de normas absolutas y universales conocidas por todos por la razón. Además si el hombre es el centro de las cosas la valorización del bien y el mal estaban en relación directa con las necesidades del hombre.
Si el hombre es la medida de todas las cosas, entonces, él también es el centro de todo, y por lo tanto el centro de donde parten las normas. Sin embargo escribe[10] Melquiades Castillo, Protágoras “Afirma que la formación de las normas jurídicas no depende del arbitrio humano, sino que se apoya en el sentimiento de la justicia. No reconoce ni un derecho natural ni un derecho divino; y corresponde a la asamblea del pueblo, de acuerdo con las circunstancias del momento, el mejor ordenamiento jurídico conforme a lo justo.”[11]
Hay aquí una ruptura con las estructuras anteriores del orden. Este ya no vendría de la naturaleza, ni de la divinidad, sino del sentido de justicia, y es el pueblo el que decide el ordenamiento jurídico. Este pensamiento no surgió del azar, sino que se produjo por una especie de gran revolución, que luego de una serie de cuestionamientos dio como resultado la elaboración de una determinada forma de orden jurídico.
Como el hombre era el centro de todo, y el orden lo abarca todo, aparece la “idea de que el derecho como el orden de la comunidad, es una creación del hombre y una creación conforme con su naturaleza de que todos los hombres son iguales”[12]. Habían sin embargo otros argumentos más, pero una que caracterizaba a todos estos: la relatividad de las normas: “Lo que para Platón era característico de todos estos argumentos y que, desde su punto de vista, resultaba decisivo, era la tendencia general a hacer relativas las normas mismas que debían poseer una absoluta obligatoriedad.”[13]
[1] Sócrates fue un hombre bajito, regordete, con ojos saltones, nariz respingona y feísimo -que desmiente el prototipo del bello, hermoso hombre griego- según nos lo describen algunos textos.
[3] Por su origen. Sócrates pertenecía a los más bajo del pueblo: Sócrates era chusma. Se sabe, e incluso hoy se puede comprobar, lo feo que era. Pero la fealdad, que en sí constituye una objeción, era entre los griegos casi una refutación. ¿Fue Sócrates realmente un griego? Con bastante frecuencia, la fealdad se debe a un cruce que entorpece la evolución. En otros casos, es el signo de una evolución descendente. Los antropológos que se dedican a la criminología nos dicen que el criminal típico es feo: monstruo de aspecto, monstruo de alma. Ahora bien, el criminal es un decadente. ¿Era Sócrates un criminal típico? Esto, al menos, no iría en contra de aquel conocido juicio de un fisonomista, que tanto extraño a los amigos de Sòcrates. Un extranjero experto en rostros que pasó por Atenas, le dijo a Sócrates directamente que era un monstruo en cuyo interior se escondían todos los vicios y todas las alas inclinaciones. Y Sócrates se limitó a comentar: “¡Qué bien me conoce este señor!”.
[4] acusación factible, entendible, porque él realmente incitaba a pensar y discutir los principios éticos, morales existen e implantados
[7] Barylko, Jaime. La Filosofía, Una invitación a pensar. Argentina. Planeta. 4ta. Edición, 1997. p. 31.
[8] Este título lo hemos extraído de la clasificación que hace C.J. Friedrich, en su libro La filosofía del Derecho, porque nos ha parecido el más claro, descriptivo y sintético título, que cumple una función determinada y operativa: encuadrar al pensamiento, (el de los filósofos) dentro de un rubro que -en materia del Derecho- los demarque, generalmente y específicamente. / Friedrich, Carl Joachi. La filosofía del Derecho, México, Fondo de Cultura Económica, 1997. p. 27.
[9] Gaarder, Jostein. El mundo de Sofía. Madrid, Ediciones Siruela /Grupo Editorial Norma, 1995. p.76.