ANTECEDENTES DE LA POSTMODERNIDAD JURÍDICA
i.- Los antecedentes de la postmodernidad: la modernidad
- Generalidades:
El fondo de nuestra investigación es el “Pensamiento Jurídico Premoderno, Moderno y Postmoderno”, la actitud mental con que se asumen las diversas y múltiples prácticas y experiencias social-jurídicas, el fenómeno francamente peligroso de la mala asimilación de los procesos de modernización en el Derecho; el uso inadecuado de las influencias modernizantes en la realidad jurídica de nuestra sociedad.
Es sabido que existe hoy una lamentable actitud mental premoderna que desgarra cualquier intento de modernización. Esto ocurre a pesar de las evidentes y trascendentales modificaciones de la vida en el mundo, de los avances tecnológicos y científicos. La utilización inadecuada de estos avances, de estos procesos de modernización viene aplastando la autonomía y creatividad del hombre, su capacidad de crítica y autocrítica y de desarrollo. Así se torna el ambiente en confuso y complejo, en disperso e inmanejable. Las actitudes e influencias modernas son borradas por esta confusión y se convierten en artificiales rasgos de interrelación social. La situación jurídica no puede avanzar y se muestra más como un entrampamiento que como una salida. El laberinto jurídico se muestra general a pesar de que los procesos modernizantes, tales como la informatización, etc, de las instituciones jurídicas debería coadyuvar al logro de la modernidad, y a la salida de estos laberintos.
Lo que pasa, además, es que incluso los fundamentos de la modernidad, tales como la razón, la ciencia, etc, han sufrido cierto desmérito en su ejecución y eficiencia, en sus prácticas y experiencias en lo jurídico. Frente a todo esto, lo que ha devenido en suceder es el “desencanto”. Esta es la característica que predomina en el planteamiento postmoderno. El postmodernismo vendría a configurarse, entonces, como un “desencanto crítico” frente a los postulados modernos, que si bien sacaron al hombre del proceso medieval, no han logrado llevarlo al fin u objetivo principal que es el progreso integral del hombre. En materia jurídica, los postulados modernos, como fundamentos a partir del cual se hacía Derecho (racionalismo, etc.), tampoco han logrado soluciones perfectamente adecuadas e inteligentes que hagan presumir la existencia y concordancia del hombre con la justicia.
En fin, lo que a nuestro parecer ha retardado, entrampado, bloqueado ese paso de una sociedad jurídicamente premoderna a una sociedad jurídicamente moderna, (es decir con capacidad para ajustarse crítica, autocríticamente y creativamente a los nuevos lineamientos y procesos sociales) ha sido la mentalidad premoderna con que asimilamos, mal asimilamos, los procesos jurídicos modernizantes. En conclusión el problema está en “la mentalidad peruana”; que tiene relevancia en lo jurídico, es decir en nuestra concepción premoderna del Derecho del que nos hallamos impregnados.
Dicho todo esto empezaremos con nuestros discursos críticos sobre esta condición dentro del marco de la modernidad y postmodernidad.
Antes habría que -estableciendo cierta base- dar una noción sobre la mentalidad premoderna o primitiva. Para lo cual citaremos a Luis Diez Picazo que escribe:
“...la mentalidad primitiva no concibe otra cosa que órdenes concretas: “ve y cobra tributos”; “toma el ejército y ataca a los enemigos”; “ajusticia a este hombre”. Hay, seguramente, un gran paso o una gran distancia entre este modo de actuar y aquel otro que, para hacer lo mismo, prefiere establecer primero una ley tributaria, una ley de movilización o de leva o un conjunto de normas respecto de las declaraciones de guerra o respecto de los casos en que se ejecutará la pena de muerte.”[1]
1.- La genealogía del pensamiento de la modernidad
La modernidad, es una corriente de pensamiento, un modo de pensar, que se desarrolló inicialmente en la Edad Media baja, entre los siglos XVII y XVIII[2]. La modernidad se caracterizó por la exacerbación de la razón, por la racionalización de la existencia, inspirada en el pensamiento de Descartes. Este tipo de pensamiento colocaba a la razón en el centro de la existencia humana, ocupando el lugar que antaño le había pertenecido a la divinidad. La razón se convertiría en el fundamento de la existencia y de las formas de vivir.
Este tipo de pensamiento, fue, desprendido primero del Renacimiento, alumbrado por la influencia de la Ilustración que era un tipo de pensamiento que creía en la cercana victoria sobre la ignorancia y la servidumbre por medio de la ciencia. Por ejemplo, los capitalistas confiaban en alcanzar la felicidad gracias a la racionalización de las estructuras sociales y el incremento de la producción, los marxistas esperaban la emancipación del proletariado a través de la lucha de clases. Todos apuntaban a una sola idea: “se puede”. Y en la búsqueda del bien común, que se lograría gracias a la confianza en la razón. El hombre de la modernidad creía en el avance de la humanidad, en la existencia de una razón universal y en que a través de ella se podría llegar a la verdad. El hombre de la modernidad acepta el mundo tal como es, pero cree que puede cambiarlo, es por esto que se compromete con él y la sociedad.
a.- El renacimiento y el pensamiento jurídico moderno
El Renacimiento, como época histórica, es un movimiento cultural, en el que aparecen profundamente marcadas las inquietudes modernas. Históricamente hablando, empieza, a mediados del siglo XV, y constituye la tendencia entusiasta del estudio e imitación de la cultura griega y latina. Este proceso tuvo como centro al humanismo, es decir al hombre. El Renacimiento, poniendo en relieve a la razón y la ciencia, dejando de lado a la cultura medieval, al pensamiento metafísico, religioso, etc, abre el camino hacia la época moderna, hacia el pensamiento moderno, a la exaltación de la razón, la ciencia, etc., hacia los nuevos mecanismos cognoscitivos profundamente empíricos y negadores del anterior proceso de conocimiento metafísico. Se prefiere lo real, lo empírico, lo práctico, lo demostrable por la razón a lo mítico y oscuro. El Renacimiento explota todos los impulsos creativos que la razón le permite a los hombres. El mundo renacentista se llena de fenómenos vitales que hacen al hombre el fin primero y último de la existencia.
Nacida en Italia el Renacimiento significó, culturalmente, el re-nacer de la cultura grecorromana. Es evidente que en ese tiempo el recuerdo de la antigüedad romana estaba muy viva.
El Renacimiento parece haber sido empujada determinante y fuertemente por una casta noble de señores altamente influenciadores, impulsores, como la familia Médicis. Estos, que eran ricos banqueros, se ocuparon muchísimo en fomentar la cultura, las artes y en desarrollar todas las formas de la vida civilizada, explica Uslar Pietri; y es de anotar, además, que la afluencia cultural estaba en permanente ebullición y dinamismo en la Italia del Renacimiento, por ejemplo, se “Acogían en Florencia los artistas más destacados de Italia; fomentaban las vocaciones artísticas; reunían sabios, poetas, jurisconsultos, letrados; compraban viejos libros; hacían expediciones para traer manuscritos de Constantinopla y del Oriente, a fin de restituir la pérdida corriente de la ciencia helénica; es decir, reencontrar el camino de la antigüedad, que se había perdido, en gran parte, durante la Edad Media.”[3] La mentalidad de los hombres habría de cambiar importantemente gracias a esta ebullición cultural. Los nuevos descubrimientos tecnológicos habrían de ser también otros factores de la evolución del pensamiento.
El mundo concebido como mera representación del orden divino habría de cambiar. El hombre renacentista aspiraba a tener libertad de pensar y actuar, a ser el presente. De tal forma que las acciones humanas estarían encaminadas a la vida terrenal, no a la promesa de la vida extraterrenal. El fundamento de este paso del pensamiento místico, divino, al empírico, fue la razón. Está razón, fue usada como medida del valor y validez de todas las cosas. Así la época medieval donde la cultura se mostraba teocéntrica (el centro era Dios), había sido relegada; el nuevo centro era, en el Renacimiento, el Hombre.
El Renacimiento, como lo expresábamos, representaba el intento de retornar, tomar interés e importancia por la cultura anterior, la grecorromana. La época medieval es tomada como fase oscura y repudiable, por lo que el prestigio de la cultura anterior, la clásica cultura griega, sería el nuevo paradigma del hombre renacentista.
No obstante la gran admiración que despierta la época del Renacimiento, no todos concuerdan con esta concepción glorificadora de esta etapa, así Giovanni Papini denostó el estado del hombre del renacimiento; éste hombre -dice- había olvidado sus primarios instintos de ser actor de su destino, de ser fuerza, para convertirse en hombre pasivo y meditabundo, había abandonado los campos de la acción para pasar al medio de la contemplación.[4]
A pesar de lo pensado por Papini, el Renacimiento fue mucho más que eso, fue el inicio y fortalecimiento del pensamiento moderno. El hombre había traspasado las barreras de lo divino, de lo intocable, del tabú, para hacerse las preguntas más inquietantes, más atrevidas, pero a la vez más liberadoras de conceptos y percepciones de la vida. “El Renacimiento, más que una época histórica situada entre dos fechas, es un movimiento cultural en que aparecen en germen, por primera vez, las inquietudes modernas. (...) Lo propio del Renacimiento es una nueva mirada, un nuevo enfoque, sobre las cosas. Es la mirada del mundo moderno.”[5]
El pensamiento, en esta nueva visión, no podría encerrarse dentro de los antiguos conocimientos y conceptos sociales y jurídicos. El avance cultural y científico había despertado nuevas visiones y modos de interpretar y hasta actuar sobre el mundo. Además, dentro de este proceso social, cultural y jurídico, se despertaba el interés del hombre y de su rol en la vida. El surgimiento de la imprenta cumple aquí un gran factor de la modernidad. Las ideas de los pensadores ahora se podrían masificar en breve tiempo. “La imprenta difundirá las ideas y, con ello, contribuirá a propagar la nueva actitud de renovado interés por la discusión y valoración de los problemas tradicionales.”[6] La tradición es puesta en jaque. No hay más alternativa que repensar todo, desde un enfoque clásico, desde un pensamiento que esclarezca el tan oscuro mundo conceptual medieval. Así, con la ayuda de la imprenta, y la refutación de la tradición, el conocimiento se ¿democratiza? El conocimiento dejaría de ser un privilegio de los monjes, dejaría de ser un pululante saber enclaustrado exclusivamente y excluyentemente en los monasterios. El hombre había decidido plantearse preguntas, y lo más importante, intentaba resolverlas, no dejarlas en la oscuridad divina, o mística, sino descubrirlas mediante otros instrumentos de conocimiento: la razón, la ciencia, etc.
El Renacimiento es el principio de la decadencia del pensamiento de la Edad Media, donde predominaba la teología sobre todas las otras formas de interpretar el mundo. La teología entraba en profunda crisis, junto con el aspecto sobrenatural que era el fundamento de este pensamiento medieval. “Al final de la Edad Media se había hecho problemática la situación religiosa en que el hombre había vivido. Estaba en profunda crisis la teología, en la cual se subrayaba cada vez más el aspecto sobrenatural, y por ello se convertiría en mística. Estaba además en situación igualmente crítica la organización medieval entera, la Iglesia y el Imperio. El poder -poder casi espiritual, más bien que temporal- del Imperio se ha roto y empiezan a nacer las naciones. Comienza la preocupación por el Estado; van a ir apareciendo en el Renacimiento todos sus teóricos, de diverso linaje, desde Maquiavelo hasta Hobbes. En general, se aborda el problema con el incipiente racionalismo, con ese nuevo uso de la razón aplicada al hombre y a la naturaleza, los temas a que se vuelve después de renunciar a Dios.”[7]
Hay aversión por la religiosidad, por la teología como fundamento primario del conocimiento. Lo importante ahora será sentir. Aparece el humanismo, que significa poner al hombre en el centro, en la máxima preocupación. Se ataca a la escolástica, aquella que trata de conciliar la revelación divina con la razón humana. La naturaleza cobrará mayor importancia, “El interés por la naturaleza trasciende de su propia esfera. Ya no se contenta el hombre con volverse ahincadamente a lo natural; trata de imponer este carácter a todas las cosas. No solo habrá una ciencia natural, sino un derecho natural, una religión natural, una moral natural, un naturalismo humano. (...) El derecho natural, la moral natural, son lo que competen al hombre por solo ser hombre. Se trata de algo fuera de la historia y fuera, sobre todo, de la gracia.”[8]
En el Renacimiento ha de hacerse la diferencia sustancial de la tratativa de la filosofía renacentista; por un lado hay que distinguir que hubo dos aspectos diferentes, uno es de oposición a la Edad Media (al pensamiento social y jurídico) y restauración -renacimiento- de la antigüedad (siglos XV, XVI); el otro que continua la auténtica filosofía medieval y alcanza su madurez plena en Descartes.[9] Pero ambos con una clara distanciación o intención de crítica de lo superfluo, de lo no racional. Esto podría significar que no todo lo de la Edad Media se desechó, como veremos después.
Por otro lado, hay que señalar, además, que la cosmovisión del mundo a partir del Renacimiento, tiene, en algunos teóricos, sus deficiencias. Pero lo principal es que fue el marcado proceso por el cual el pensamiento moderno se dejó venir. El momento en que el hombre tomó las riendas de su destino y separó las concepciones y explicaciones religiosas del mundo de las empíricas o racionales.
b.- La ilustración como instrumento para la nueva concepción del derecho moderno
“Aquello que hoy llamamos modernidad es el pensamiento que surge de la filosofía de la Ilustración y que, de una manera u otra, aún impregna nuestras mentalidades y nuestras instituciones. Fundamentalmente consiste en una primacía de la razón y, consecuentemente, una exaltación de la subjetividad individual.”[10]
La ilustración produjo una ruptura en la mentalidad del hombre occidental, apoyada por el pensamiento crítico. Esto se había derivado de un proceso cultural que parece iniciarse cuando un grupo de intelectuales, en Francia, encabezó una gran avanzada cultural denominada Ilustración, que significaba ese paso de un mundo oscuro y sombrío -refiriéndose a la Edad Media- a un tiempo denominando luego el “siglo de las luces”. Esta corriente de pensamiento que irradiaría todo el pensamiento europeo, occidental, se origina en Francia, con un grupo de intelectuales, que se concentraron en divulgar y aplicar prácticamente los principios de la investigación científica. Este movimiento entronca sus raíces con el humanismo renacentista. La característica de este movimiento fue la crítica de todos los géneros de supersticiones y tradiciones que no tuvieran una base racional, pusieron, por consecuencia en observación y juicio toda la estructura del Antiguo Régimen. En todo esto aparece Montesquieu, con su libro “el espíritu de las leyes, que muestra la necesidad de la división de poderes; aparecen también los enciclopedistas, que recopilaron los conocimientos de todo orden en una obra denominada La Enciclopedia Francesa, publicada en 1751, escrita con criterios racionales y liberales, dirigida por Diderot[11] y D’Alembert; obra en la cual fueron colaboradores Voltaire y Rousseau que escribió el Contrato Social donde se plantea los principios de una sociedad democrática. “La Enciclopedia, que a primera vista no era más que un diccionario, fue el vehículo máximo de las ideas de la Ilustración. Con cierta habilidad deslizaba los pensamientos críticos y atacaba a la Iglesia y todas las convicciones vigentes.”[12]
Es en la Ilustración (siglo XVIII) cuando el fundamento de la crítica a lo religioso, a lo divino, a lo metafísico, se fortalece. Este momento representa el final de las especulaciones metafísicas del siglo XVII. Es en el siglo XVIII que una serie de escritores críticos, hábiles e ingeniosos, que se llaman a sí mismo, con tanta insistencia como impropiedad, “filósofos”, exponen, glosan y generalizan una serie de ideas que -en otra forma y con otro alcance- fueron pensadas por las grandes mentes europeas del siglo XVII[13]; con lo que se derrumbaba las anteriores estructuras mentales medievales.
Ha empezado todo un replanteamiento de las ideas, los temas, los conceptos sociales, culturales, económicos, políticos, jurídicos, etc. Las convicciones anteriores pierden solidez, las ideas se alteran, es el inicio de la destrucción de la tradición, de lo tradicional. Desde ahora todo empezará a ser sometido a una crítica corrosiva, que destruye todo aquello que no sea racional y previamente probado, los fundamentos míticos, divinos, metafísicos, son guillotinados por la razón, que es el único fundamento a aceptar. La organización política, social y espiritual entra en plena ebullición y se replantea. Todo este movimiento, en el pensamiento humano, se opera, primero (históricamente hablando) en Francia, “Desde fines del siglo XVII y durante todo el siglo XVIII se opera en Francia un cambio de ideas y convicciones que altera el carácter de su política, de su organización social y de su vida espiritual. (...) De la disciplina, de la jerarquía, de la autoridad, de los dogmas, se pasa a las ideas de independencia, de igualdad, de una religión natural, incluso de un concreto anticristianismo. Es el paso de la mentalidad de Bossuet a la de Voltaire; la crítica de todas las convicciones tradicionales, desde la fe cristiana hasta la monarquía absoluta, pasando por una visión de la historia y las normas sociales. Es una efectiva revolución en los supuestos mentales...”[14]
La Ilustración significó una revolución teórica, que se produjo una acumulación de críticas contra la iglesia, los dogmas, la jerarquía, etc. Este movimiento en el pensamiento fue producto de una serie de críticas contra todo tipo de fundamento anterior. La revolución teórica ha sido el producto de una inmensa ráfaga de ataques contra los conceptos medievales. La Ilustración dieciochesca fue una revolución teórica, que se fermentó por la acumulación de continuas oleadas anticlericales, antidogmáticas, racionalistas hasta la exageración, antiabsolutistas, exaltadoras y glorificadoras de la ciencia, la tolerancia, la concordia entre las naciones, antibelicista, antimilitarista, con un afán, casi sacralizado, de progresismo, es decir de la convicción en el progreso.[15]
La religión, por ejemplo, fue atacada por su centralismo, por su teocratismo político que hacia de la vida una línea vertical, donde existía hegemonía religiosa. La religión había concentrado el poder, impuesto la intolerancia a través de la inquisición, y oscurecido el conocimiento a los ojos del pueblo. El conocimiento teológico era elitista, propio de monjes, iglesias, entonces “En el plano religioso, lo importante era acabar con el teocratismo político con la intolerancia inquisitorial y con el oscurantismo,...”[16]
Es en todo este contexto que la ilustración se presenta como un movimiento fuerte, de carácter anti, poderoso y desmistificador. La Ilustración fue un movimiento poderoso, complejo, dinámico, uno de los más vigorosos y efectivos intentos de modificación del hombre que se han dado, que reunió los más excelsos esfuerzos en pro de la autonomía y emancipación humanas con las simas más execrables de filisteísmo, vulgaridad y pedantería.[17] Un movimiento teórico brutal para las concepciones tradicionales de poder y jerarquización del poder, una deslegitimación de las estructuras mentales y jurídicas, una exaltación de la independencia del hombre, en donde su autonomía era lo importante, su independencia para pensar. Por eso la Ilustración –según Kant- era el símbolo de un hecho fundamental: la “mayoría de edad” del hombre, es decir, la capacidad para pensar por sí mismo, o el derecho de pensar por sí mismo, sin la dirección dogmática, es decir, sin subordinación al conocimiento venido simplemente de ciertas “autoridades”.
“Para el gran pensador de Könisberg, la Ilustración significaba la llegada a la mayoría de edad del hombre, el final de una razón tutelada y más rica en sombras dogmáticas que en luces; su divisa fue “ sapere aude!”, Atrévete a saber, a pensar por ti mismo sin cortapisas ni encauzamientos esclerotizados.”[18]
Para plantear esta entrada a la “mayoría de edad” Kant debe valerse de ciertos sustentos: la Razón Pura, con la cual intenta independizar al hombre de la dirección teocrática, religiosa imperante antaño. Pues, opina, la razón es la única fuente, que a través de los sentidos es de fiar, y en la cual debe basarse el hombre para desterrar al mito y la superstición.
“Kant acotó modestamente el alcance de la razón pura para de este modo independizar al filósofo laico de los administradores teocráticos de la sabiduría. La razón no puede funcionar en el vacío, no puede inventar su propio sustento o basarse en tradiciones y revelaciones sobrenaturales ajenas a su esencia; necesita apoyarse en las aportaciones de los sentidos, ordenadas según unas intuiciones de espacio y tiempo y según unas estructuras -las categorías- inalienablemente insertas en la subjetividad humana.”[19]
Es necesario, pues, adquirir la mayoría de edad, la capacidad de sapere aude.
La adquisición de este derecho a pensar por sí mismo, que simbólicamente significa “la mayoría de edad”, es en sí la supresión de la dirección tutelar, la conducta recepcionada de una autoridad, llamada padre, tradición, iglesia, etc. Como lo explicaría luego Sigmund Freud, la mayoría de edad constituiría el rompimiento de la atadura al dominio paterno, usando como navaja de liberación el propio pensamiento, y capacidad de dirección, el hombre habría de hacer, por esta apropiación e independencia su propio destino. “La mayoría de edad ilustrada, según Kant -como luego según Freud-, es la supresión de la autoridad paterna porque uno mismo ha llegado a convertirse en su propio padre.”[20]
Esta mayoría de edad, esta independencia de la autoridad, en el campo religioso (que tiene luego evidente repercusión en lo jurídico), produce un proceso fundamental –realmente simbólico, pero decisivo-: la muerte de Dios. “Dios venía agonizando de manera más o menos decorosa desde el Renacimiento, pero fue la Ilustración la que precipitó fulminantemente su fallecimiento. Sus esténtores[21] podían haber todavía llenado décadas (...) Pero la conmoción teórico-política-vital producida por la revolución francesa acortó hasta el mínimo sus postrimerías.”[22] El ataque a la religión fue directo. La fuerza centrípeta, el centralismo y hegemonía que ejercía la religión fue desenmascarada. Dios podía existir, pero al lado del hombre, haciéndole favores o no, pero nunca decidiendo por él. Dios era revelación, pero el hombre no era sólo revelación, sino existencia, realidad, y necesidad. La iglesia, habría de sufrir un gillotinazo tremendo. El poder no emanaría más directamente de la religión, sino del mismo hombre (posiblemente apoyado en la religión, pero no como fuerza determinante, decisiva, como antaño). La muerte de Dios significa exactamente eso: que Dios no va a dirigir absoluta y dogmáticamente la vida del hombre, que el orden y por lo tanto el Derecho y el poder no dependen de Dios, sino del hombre. Las conductas humanas no serán dirigidas a complacer a Dios, sino al hombre. El orden social deberá plantearse de acuerdo a las necesidades terrenales del hombre. Dios nunca más podría ser el único generador de poder y dominio. Podía existir, pero al lado del hombre, no encima de él. El hombre ya no esperará que todo suceda según la “gracia del espíritu santo”, o según la “voluntad de Dios” (que eran usados como fundamentos jurídicos), sino que arremeterá contra la misma naturaleza de las cosas y comenzará a crear su propio destino, a pensar por cuenta propia, a obtener -a fuerza de pensar- su libertad de todo fundamento teológico, que lo empotraba dentro de un marco demasiado limitado y asfixiante, que le impedía construir su propio destino. Es una rebelión contra el orden natural de las cosas. Es un apoderamiento de ese orden natural, para construirlo según la naturaleza, necesidad y exigencia del propio hombre. Es tomar al mundo bajo los brazos del hombre para hacerlo a su imagen y semejanza, y no ser amoldado a imagen y semejanza de Dios, o de su voluntad. El hombre de la Ilustración reclama e impone, por la fuerza de los brazos y la fuerza de la razón, su dominio. El Derecho ya no será divino, sino humano, incluso demasiado humano. El centro es el hombre, ya no Dios. Y es la Ilustración la que ha dado esta estocada final al mundo teológico, teocrático, que ha permitido al hombre rebelarse y ser él. El Derecho sería, a partir de allí, lo que el hombre disponga que sea. El Derecho ya no era Dios sino el propio hombre, armado de la razón.
No hay que olvidar que “La Ilustración estuvo convencida de que la razón -considerada fundamentalmente desde una perspectiva instrumental- era el único criterio que el hombre debía tomar en cuenta para formarse una opinión de las cosas y para construir su organización social. Esta manera de pensar era verdaderamente revolucionaria: toda tradición debía ser replanteada a la luz de los fines del individuo y de la razón instrumental. Ello significa que las tradiciones no tienen derecho alguno por sí mismo y que deben ser más bien objeto de desconfianza y de inspección.”[23]
Por último cabe resaltar un aspecto importante del Derecho natural racionalista:
“El Derecho Natural racionalista se desarrolla durante la Ilustración, época decididamente antiescolástica y cuya única diosa es la razón. El hombre ya no es un ciego ejecutor material de unos planes trascendentales y divinos que él recibe de forma pasiva, sino que pasa a ser el auténtico artífice y constructor de su mundo, sirviéndose para ello de un único instrumento: la razón. Y es la razón en este caso la que formula esos principios que conforman el Derecho Natural y que aspiran a ser más universales, si cabe, y más inmutables que los propuestos por el iusnaturalismo cristiano o trascendental; y es que se trata de un Derecho tan común a todos los hombres y a todos los pueblos que no tolera ninguna diferencia de tipo religioso. Se trata de preceptos formulados exclusivamente por la razón, que nos indican que una acción, por su conveniencia o no conveniencia con la misma razón natural, es mala moralmente o, por el contrario, posee una necesidad moral y que precisamente por ello Dios como autor de la naturaleza la ha prohibido o la ha ordenado. La razón es o tiene capacidad suficiente para derivar estos principios de las primeras cosas naturales (okeiosis); principios que tienen validez aun en la hipótesis de que Dios no existiese, pues están basados en el principio de contradicción, y seguir estos rectos juicios racionales responde a la naturaleza racional del hombre.” [24]
[1] Diez Picazo, Luis, Experiencias Jurídicas y Teoría del Derecho, Ariel, pp. 164.
[2] Otros autores creen más bien que el pensamiento moderno hunde sus raíces en la filosofía griega y está influenciada por el Renacimiento, especialmente por Erasmo, pero no empieza en realidad hasta Descartes.
[3] Uslar Pietri, Arturo, Valores Humanos, Ediciones Edime, tomo II, pp. 8.
[4] La civilización de la Edad Media, no es sólo ese escenario oscuro, sino al contrario. “En efecto: el siglo XV señala el tránsito de la civilización activa, original y arrolladora de la Edad Media a la civilización verbal, imitadora e hipócrita que ha dominado hasta nuestros días. El siglo XV ha visto a los hombres de acción ceder el paso a los hombre de la palabra, al libro arrebatar la primacía a la espada, al palacete florido sustituir a la fortaleza, al diletantismo escéptico aniquilar la fe creadora. A la época en que se llevaban a cabo las gestas ha seguido aquella en que se tienen en gran estima las palabras floridas; en vez de actuar se ha preferido relatar lo que otros hicieron.
(...) El hombre que apenas sabía de letras, pero que era capaz de conquistar reinos y gobernar ciudades, va siendo sustituido poco a poco por el humanista insinuante, que comenta a Cicerón, admira las gestas de los grandes hombres encerrado entre cuatro paredes, se convierte en historiador de los hechos pasados y preceptor de los héroes futuros; pero que no sabe ni puede actuar en el presente.
(...) Lo que solemos llamar Renacimiento podría adolecer, en ciertos aspectos, de decadencia y debilidad.” / Papini, Giovanni, Pensadores y Farsantes, Editorial Mateu, pp. 246, 247.
[5] Villoro Toranzo, Miguel. Lecciones de Filosofía del Derecho, Editorial Porrúa, S.A., p. 127.
[6] Ibid. p. 127.
[7] Marías, Julían, Historia de la Filosofía, Editorial de la Revista de Occidente, pp. 181.
[8] Ibid. p. 182.
[9] Ibid. p. 182.
[10] Trazegnies Granda, Fernado de, Postmodernidad y Derecho, Ara editores, pp. 69.
[11] Fernado Savater da en el centro de lo que significó Diderot y escribe: “Si algo hay que agradecerle ante todo a Diderot es el haber ejemplificado con brío la más fogosa convicción de su siglo: pensar es posible” y por pensar se refiere a aquel proceso mental que pueda negar toda tradición, especialmente la tradición teológica. / Savater, Fernando, Instruccioines para olvidar el Quijote, pp. 33.
[12] Marías, Julían, Historia de la Filosofía, Editorial de la Revista de Occidente, pp. 255.
[13] Ibid. p. 253.
[14] Ibid. p. 254.
[15] Savater, Fernando, El Autor y su obra - Nietzsche, Barcanova, pp. 31.
[16] Ibid. p. 31.
[17] Ibid. p. 31.
[18] Ibid. p. 32.
[19] Ibid. p. 32.
[20] Ibid. p. 34.
[21] Últimos ronquidos, suspiros del moribundo
[22] Ibid. p. 47.
[23] Trazegnies Granda, Fernado de, Postmodernidad y Derecho, Ara editores, pp. 69.
[24] Luis Martínez Roldan. Jesús…Curso de teoría del Derecho y metodología jurídica, pp. 41.